Krasna Vukasovic

Primera secci&oacute;n: La llegada de una carta en mitad de julio

[1a] Desde un pa&iacute;s paradis&iacute;aco, me llega ese a&ntilde;o una carta, semanas despu&eacute;s de mi cumplea&ntilde;os. Escribo, confundida por el erotismo de la oraci&oacute;n, la carta me llega; escribo en presente porque todav&iacute;a la repaso mentalmente. Llegar, venir, ir, verbos que al pronunciarlos con tu rostro encima pueden llegar a ser reflexivos.

S&uacute;bitamente, un recuerdo gramatical impacta la ocasi&oacute;n sentimental: los alemanes no usan presente continuo. No vuelvo a la realidad, no quiero soltar la emoci&oacute;n de encontrar esa carta en mi buz&oacute;n, pues me hizo inmensamente feliz. Pasadas las horas de haberla encontrado digo que todav&iacute;a la esto leyendo en la cabeza, porque estuve repitiendo durante la ma&ntilde;ana y hasta la tarde, en voz paralela u oblicua como un di&aacute;logo con mi conciencia, las l&iacute;neas apenas le&iacute;das con la mirada de soslayo.

[...]

Cuarta secci&oacute;n: Lectura de poes&iacute;a

Vuelvo al tema escrito en [2a], el de describir la escena de una lectura y escritura mientras se viaja en tren. Aqu&iacute; pretendo repasar desde las palabras aquella pasiva escena &ndash;los vagones traquetean, con el libro sobre las piernas.

[3a] En una lectura que se lleva a cabo sobre las rodillas mientras los vagones traquetean, el dedo &iacute;ndice transitando por debajo de las oraciones cumple una labor importante, porque funciona como gu&iacute;a y alivia la conciencia. [3b] La conciencia, que camina peligrosamente al borde de la locura con los pies juntos, amarrados con un retazo de g&eacute;nero deshilachado, despierta con estas experiencias visuales y sensoriales. Por el movimiento del vag&oacute;n &ndash;sensorial&not;&ndash; cruzando los campos invernales &ndash;visual&ndash;, nos sirve darle al dedo &iacute;ndice el uso de gu&iacute;a o cabecilla que indique la direcci&oacute;n por la cual debemos encaminar la mirada y, as&iacute;, efectuar la lectura exitosamente mientras sigue el traqueteo del vag&oacute;n a todo motor. Esa l&iacute;nea imaginaria que va dibujando el dedo aligera o anula la conciencia del lector &ndash;el ser constituido&ndash;, liber&aacute;ndolo de las reflexiones y fantasmas que aparecen conforme se lee poes&iacute;a. La lectura se vuelve autom&aacute;tica y pedag&oacute;gica, un poco menos po&eacute;tica o un poco menos dolorosa.

[3b] Respecto del fragmento la conciencia, que camina peligrosamente (&hellip;), imagin&eacute; que uno mismo al leer cuestiones que despiertan dolores, se inclina hacia un abismo sumamente peligroso, letal como la peor arma y, a modo de contraste a lo planteado en [1c], la poes&iacute;a puede ser muy peligrosa si no logra ser dirigida y asimilada, o incluso dosificada. La estimulante imaginaci&oacute;n evocada por ciertas sensibilidades escriturales esconde un humor negro, petrolesco aunque brillante (petrolesco: d&iacute;cese de la adjetivaci&oacute;n de petr&oacute;leo; refiere a una materia densa, espesa, pegajosa) que dispone el alma a pender de un hilo cuando nos encuentra de frente: un aguij&oacute;n clavado en el pecho de un ni&ntilde;o triste y desentendido de su propia circunstancia.

[4a] Cada texto es a su vez una provocaci&oacute;n y una consecuencia. Lo que se crea en un estado primitivo del alma anula la raz&oacute;n y nubla los nombres que le han sido dados a las cosas de este mundo. Cada material escritural, cada texto po&eacute;tico o art&iacute;stico puede ser considerado simult&aacute;neamente un detonante y un resto, una bomba y la ciudad en ruinas (la Royal Air Force y Hamburgo), pues las letras dispuestas para la batalla en el campo de texto son signos que funcionan como un c&oacute;digo decodificador, el que esconde pero devela.

Tanto peligro que existe en los poemas, at&eacute; las cuerdas del coraz&oacute;n.

Ejercicios Cardiovasculares (fragmento)

By the artist ; Por la artista ; Von der Künstlerin

&ndash;&iquest;Recuerdas t&uacute; el episodio de la leche derramada? 
&ndash;Solo recuerdo el de la leche expulsada por la nariz, 
dec&iacute;an los actores.

 
El hedor de tus axilas me provocan catarro

La higiene bucal de mi padre es grotesca. Y no solo la bucal, sino su higiene completa: lo he visto repetidas veces mear en una botella. 
Lo he visto, lamentablemente, en reiteradas ocasiones y lugares; en viajes en la carretera, en fiestas caseras en la logia, en su pieza al lado de la cama, en el patio sobre las baldosas, en el patio de la capilla sobre las baldosas, en la capilla en la sala de catequesis. Lo he visto. 
Lo he visto, /leider/, a trav&eacute;s de variados dispositivos; gafas, ventanas, papel calco o mantequilla &ndash;como usted prefiera llamarlo&ndash;, un anillo, mis palmas abiertas sobre mis ojos o a trav&eacute;s de mi mano empu&ntilde;ada. La mirada que atraviesa atm&oacute;sferas, mi padre encerrado, su silueta empapada por mi humor acuoso.

 
Profeta Isa&iacute;as serrado en dos

Humberto Cipriano dice no recordar nada. 
Absolutamente nada de lo que hizo la tarde del mi&eacute;rcoles es recordado. Algunos especulan que es amnesia, otros comentan que fue puesto en una situaci&oacute;n de vulnerabilidad. Casi todos, al un&iacute;sono, dicen Drogas, Burundanga, Sistema Nervioso. Alertas sobre alzh&eacute;imer, esa tan temida enfermedad de los que recuerdan demasiado. Fuere lo que fuere, el hombre no recuerda ni Jota. Olvido total desde las tres hasta las veinti&uacute;n horas. La memoria es fr&aacute;gil, dicen los desentendidos, fr&aacute;gil e inestable como la misma infancia, as&iacute; de fr&aacute;gil as&iacute; tan fr&aacute;gil que debe ser ejercitada diariamente con intervenciones en los registros personales, del tipo contar con los dedos o repetir en voz alta la frase: 
Nadar es ser sostenido por aquello en lo que te sumerges. 
Yo, desde una esquina, pienso en mi propia sensibilidad, pienso en el cart&oacute;n, soy el asombro.

 
Yunque peque&ntilde;o de hojalatero Inv.

Me hab&iacute;an comentado al pasar, un caluroso atardecer en la regi&oacute;n de Magallanes, que el crucigrama de El Ping&uuml;ino de ayer hab&iacute;a quedado absolutamente vac&iacute;o. Yo no respond&iacute;, pero ubiqu&eacute; en el reverso de mis ojos la imagen de una ni&ntilde;a ahogada en su propio v&oacute;mito. La velaban en la Iglesia del Perpetuo Socorro, la procesi&oacute;n ocurr&iacute;a sobre el pasonivel de Blanco Encalada. Los familiares, naturalmente de negro, miraban hacia abajo, apoyando ambas manos sobre la baranda. Algunas manos estaban cubiertas por guantes negros, las de las se&ntilde;oras. Casi todos se mareaban por el espectro fantasmal que dejaban las tres hileras de autos que corr&iacute;an, pero nadie vomitaba por respeto a la fallecida. Sin embargo, bast&oacute; la individual agitaci&oacute;n que un perro de la calle le caus&oacute; a un beb&eacute; sietemecino para que, sobre las mismas tres hileras de autos que corr&iacute;an, cayera un v&oacute;mito explosivo y aliviador, excepcional pero monocromo, y que incluso podr&iacute;a asegurar era opaco. De no ser por los quejidos y el murmuro de las bascas, nadie lamentar&iacute;a hoy aquel episodio, pues la cantidad de v&oacute;mito que yac&iacute;a sobre los techos de metal y el asfalto no reflejaban la m&aacute;s m&iacute;nima luz. Las personas, desde arriba, fueron incapaces de ver: no hab&iacute;a signos de est&iacute;mulos lum&iacute;nicos. 
En la entrevista a uno de los testigos, &eacute;l asegura no saber de lo que le est&aacute;n hablando. Insiste en que la prensa sensacionalista juega con la ingenuidad e ignorancia de los pobres, a gritos explica que no recuerda nada, que aquello lo han inventado los rencorosos de la memoria. Se exalta y huye, la entrevista se da por acabada, adelante estudio con el &iacute;ndice apuntando hacia la c&aacute;mara. El hombre, tras caminar varias cuadras agitado por su conciencia y visi&oacute;n, se ha ahogado con el v&oacute;mito del mundo, con las im&aacute;genes y los gritos. El v&oacute;mito del mundo, que es nuestro alimento. En un galp&oacute;n, alguien susurra: &iquest;no son para los artistas las im&aacute;genes el pan de cada D&iacute;a?, y, en realidad, lo son para todos.

Las publicidades modernas auguran que el mejor examen para reconocer un alzh&eacute;imer avanzado es humedecer tus ojos &ndash;con llanto o lluvia, que es casi lo mismo&ndash; y leer, de izquierda a derecha y como Dios manda, la frase: 
Nadar es ser sostenido por aquello en lo que te sumerges. 
Si posterior a ello inmediatamente no recuerdas la imagen del sol penetrando en el agua turbia o cristalina &ndash;eso no interesa&ndash; o, por lo menos, el momento de tu parto, deber&iacute;as ser urgentemente diagnosticado con un severo cuadro de Occidentosis.

 
Postscriptum 1: Este texto fue escrito con el cuaderno encima de la pantalla de la computadora, sin ver absolutamente nada.

Postscriptum 2: Despu&eacute;s fue visto, corregido y justificado por m&iacute;, por ser incapaz de leer los errores. Tuve que mear en una botella porque los dos ba&ntilde;os estaban malos.

Occidentosis

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El siguiente escrito podr&iacute;a tratarse de la urgencia que nos acontece.

Uno 
Este a&ntilde;o he trabajado en por lo menos cuatro lugares distintos. En seguida, mientras pienso y naturalmente escribo esto, los he enumerado con mis dedos. Los he recordado con mis dedos. 
Hoy trabajo en el quinto.

En el recorrido que curs&eacute; para desplazarme hacia dichos lugares, he escrito en mi libreta negra varias listas de cuestiones pendientes. Ya en los lugares de trabajo, he escrito en mi libreta negra todas las instrucciones dadas para una adecuada ejecuci&oacute;n de los trabajos que me ser&iacute;an correspondidos. Camino a las clases de alem&aacute;n, encuentro al borde de mi zapatilla: &ldquo;donde va el pulsor de adentro&rdquo;, en un post it amarillo.

Durante este a&ntilde;o he caminado siete leguas, que es igual a escribir la historia de una a quien se le ha perdido la sombra.

Este a&ntilde;o hemos escrito con gritos porque se nos ha ido la sombra, anoto que no todo lo que brilla es oro, y encima corrijo que mi padre todav&iacute;a no muere.

Dos 
En estos ejemplares suyos, he pintado, con un bol&iacute;grafo verde glitter y a pulso de pintora, la parte de los zapatitos esmeraldados en la ilustraci&oacute;n de Lusvenia. Por cierto, personaje que me dentra justeli en los zapatos m&iacute;os esmeraldados que ayer fueron idos.

Los he pintado con la &uacute;nica finalidad de ejercer una fuerza de pulso &ndash;pulsi&oacute;n sin duda&ndash; , o de resolver por medio del insistente y tozudo acto gr&aacute;fico una cuesti&oacute;n profundamente irresoluble: la b&uacute;squeda de una sombra a trav&eacute;s de siete leguas.

Es mi peregrinaje o grillete en el tobillo, es mi peregrinar por siete leguas buscando mi sombra. El ojo no puede abrazar en una sola mirada, as&iacute; como la mano no puede ser cuerpo en cien ejemplares. 
Es necesario decir, por si a&uacute;n no ha quedado claro, que relleno con tinta cien veces con la &uacute;nica finalidad de apropiarme del recorrido de mi memoria: un ejercicio biogr&aacute;fico pero no tanto, un repaso tan minucioso como doloroso. Porque la memoria siempre duele y sangra, roja o azul porque algunas salimos anfibias de manos fr&iacute;as, sangra y se escurre y desparrama como la sombra sobre muros blancos ochavados.
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Calzados Lusvenia

&ldquo;Esperando al viejito paskuero&rdquo; y 
Tres lecturas al tiempo

Pasado 
Mi hermano y yo dispon&iacute;amos una colchoneta delgada 
en el suelo del comedor 
Nos cubr&iacute;amos con ella y 
en silencio 
impacientes 
Esper&aacute;bamos al Viejoe&rsquo;Paskua

Presente 
Mi hermano en realidad no espera nada 
Yo miro el ventanal del fondo 
pero solo veo un negro profundo 
desde el suelo un abismo y tambi&eacute;n 
el reflejo de nosotros 
El cielo es un imposible

Futuro 
Sabr&eacute; que los egipcios representan al enemigo 
de frente y no de perfil 
Seguiremos buscando al viejito pascuero 
como una sentencia 
en &iacute;conos o en sue&ntilde;os o en instrumentos o compa&ntilde;eros 
Buscaremos entender el cielo y el pater